El miedo a realizar compras por
internet tiene los días contados; las tarjetas virtuales han llegado para
quedarse y evitar las transacciones fraudulentas, los robos de identidad y la
filtración de datos de los clientes en el comercio electrónico.
Existen dos tipos de tarjetas
virtuales, las de "un solo uso" y las de prepago. Ambas son una
variante más de las tarjetas bancarias que surgieron a principios del siglo XX
en Estados Unidos como medio de pago, emitido por una entidad bancaria o comercio,
que permite realizar compras en establecimientos y por internet o extracciones
en cajeros automáticos.
Aunque las primeras tarjetas, de
papel, fueron emitidas por grandes almacenes y gasolineras americanas, no fue
hasta la mitad de siglo cuando se popularizó su uso. Hoy en día, según señalan
diversas entidades bancarias, más del 70 por ciento de la población utiliza
este medio de pago.
Las tarjetas virtuales "de
un solo uso" nacieron en los años 90 con los primeros sistemas de pago
móvil que permitían generar este tipo de tarjeta a partir de una tarjeta
tradicional.
El cliente genera este tipo de
tarjeta virtual "de un solo uso" cuando quiere realizar un pago
concreto, de tal forma que carga la cantidad que desea con el crédito de la
tarjeta tradicional y, una vez realizado el pago, la tarjeta muere.
Este producto financiero tiene
una caducidad de dos meses y no conlleva costes para el cliente.
Las otras tarjetas virtuales, las
de prepago, permiten sacar dinero y realizar reintegros en cajeros "sin
necesidad de tener que llevar encima la tarjeta tradicional de plástico".
Este sistema de pago es uno de
los más utilizados hoy en día "por la seguridad que proporciona" en
el comercio electrónico y porque puede activarse en cualquier sucursal bancaria
que tenga este producto financiero y por internet.
El cliente puede activar,
inmediatamente, todas aquellas tarjetas que desee, se contrata como una tarjeta
tradicional y el usuario recarga desde su cuenta el importe aproximado a la
compra a efectuar.
El usuario recibe los datos de la
tarjeta, la fecha de caducidad y el código de seguridad, y puede recargar la
tarjeta prepago con un saldo máximo de 3.000 euros, que podrá utilizar en un
plazo de 5 años. La cantidad restante será devuelta a la cuenta de origen.
Una vez finalizada la compra, la
tarjeta virtual de prepago sigue "viva", con saldo cero o próximo a
esa cantidad, esperando a ser recargada para la próxima compra.
La activación y utilización de
este tipo de tarjeta es gratuita, pudiéndose aplicar un pequeño coste de
mantenimiento para soportar el seguro de pérdida o robo de datos, en los años
posteriores a su activación.
El único inconveniente es la
"limitación" del uso de estas tarjetas en los comercios, porque
actualmente son "muy escasos" los establecimientos que tienen implantada
esta modalidad de pago.
Las entidades bancarias buscan
con este tipo de producto financiero "la fidelización del cliente" al
ofrecerle todo tipo de servicios de pago, incluido este, que es utilizado
"principalmente por usuarios de entre 25 y 55 años".
El uso del comercio electrónico
en España es cada vez mayor y, aunque muchas personas no estén familiarizadas
con las compras por internet y sean reacias por miedo al fraude, deben saber
que existe este tipo de productos financieros que garantiza la seguridad en sus
compras y evita la suplantación de identidad.
En mi opinión, creo que las
tarjetas virtuales son un sistema seguro y fácil de usar, siempre que realices
las compras con seguridad. También es cierto que yo preferiría emplear una
tarjeta de prepago que de un solo uso pues aunque quizás tenga más peligro la
primera, puedes emplearla durante un largo período y no tiene por qué ocurrirte
nada si buscas páginas fiables y si recargas tu tarjeta con el dinero necesario.
Lucía Brun Goni. 1ºBSA
Eleconomista.es, 10/04/2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario